La Generación del 48, o el Fuego y la Palabra en Lupo Hernández Rueda
No se puede iniciar un
escrito sobre la Generación del 48 sin hablar primero de lo qué fue la Poesía
Sorprendida, ya que es esta la que inicia con la universalización de la poesía
dominicana o mejor dicho es con ella que se piensa en un todo poético.
Los poetas sorprendidos
tenían como lema “Poesía con el hombre universal” esto lo tenía como la única
forma de ver a la poesía como un todo, respetando, claro está, a lo
escrito hasta el momento. Además, es la que da paso a los nuevos poetas y a las
Generaciones que le suceden.
Se conoce como
Generación del 48 a un grupo de escritores que surge justo después de la Poesía
Sorprendida y que publicaron los primeros versos en El Caribe fue inaugurado en
ese mismo año. Estos poetas encontraron en María Ugarte a una madre defensora,
apoyadora, creyente y comprometida con los nuevos brotes poéticos.
Más tarde es en los Cuadernos de Cultura
Dominicana, órgano difusor de la cultura auspiciado por la Tiranía donde muchos de estos escritores publican sus mejores poemas e
incluso muchos de estos escritos eran denuncias abiertas en contra del régimen trujillista,
como es el caso de los poemas de Cifre Navarro y Rafael Lara Cintrón.
Contín Aybar afirma que “si
la poesía dominicana tiene un destino en la poesía universal, si nuestra voz se
alzara en el concierto para decir el solo cantante, no cabe duda que mucho
deberá a estos poetas” Lupo Hernández Rueda, La Generación del 48, Tomo I. La
Historia.
Leopoldo Panero en 1956,
calificó a la joven poesía dominicana como uno de los brotes más prometedores con
que cuenta la poesía general del habla española. Los jóvenes a que se refería
no tenían conciencia de sí. Cada quien pensaba en su propio proyecto y no en la
colectividad. Este grupo no tenía lazos que lo unieran como agrupación unísona.
Eran lumbres separadas por la conciencia del yo personal. Es una pregunta
realizada por el poeta español a Avilés Blonda, que lo lleva a pensar
rápidamente en un nombre y se le ocurre denominarlo Generación del 48, esto era
para salir del paso a tan importante pregunta.
Es en la oscuridad de la
noche donde encuentran estos poetas su mundo cognitivo en el ámbito de crearse
un concepto del yo y la importancia del estudio intelectual, es de ahí de donde
surge su pasión por la escritura y es de ahí de donde nace ese ente creador
del genio que nos interesa: Lupo Hernández Rueda es un lírico a carta cabal, su
estremecimiento poético nace de lo vivido en su interior, por tanto su lumbre
sacudida sale desde la fuente del torrente sanguíneo que recorre todo su ser y,
sale al exterior convertida en un manantial vertiginoso de palabras que hieren,
se hieren a si mismas y despiertan esas heridas del ser que las recrea a través
de la lectura. Antes de que salga una palabra al exterior, este poeta que, a la
vez es el historiador y antólogo de la Generación del 48, conversa consigo
mismo, meditando la importancia que tiene su vibrante voz para los demás.
Como abogado sabía las
consecuencias de sus actos y sus palabras, como poeta tenía claras las libertades
que debía tomarse al instante de escribir y como ser humano estaba al tanto de
que su pensamiento no podía ser esclavizado. que para que este no muera debe dejarse salir
y sabía que la única manera era su pluma escarlata de fiero guerrero y digo fiero
porque era un hombre que se hacía sentir al hablar.
Desde que asomamos la
mirada a su poesía nos damos cuenta de la fuerza de su palabra y de las ansias
de libertad que existen en su corazón. “Es natural que el árbol abandone su
cuerpo” y sigue “El árbol sabe entonces/ que la raíz de aire de sus ramas/ asciende,
sostenida en atinada claridad de sobras/ de otra raíz oculta”. Con esto deja
claro su corazón amarado por la tiranía, cantando así su irreverencia ante
todas las ataduras. En este poema “Definición del árbol” nos habla del alma, de
sus pesares, sus tormentos y su soledad. El árbol es el hombre mismo y su
brevedad de espacio. Sus palabras son fuego que quema desde fuera hacia dentro
y en viceversa. Su palabra es una luz en búsqueda de salida.
El hombre se ve llegar con
su peso y su tormenta, el hombre se describe y se descifra en su poesía. “se le
ve levantarse, desarrollar, crecer/ en un suelo de angustias;/ se la ve aumentar
el peso sepulcral/ de lo viviente”
Pero este poeta tiene un
corazón que no le cabe en el infinito y siente el peso de la ausencia de los
seres queridos, le canta a la muerte de un amigo con tanto fervor que se piensa
muerto con la muerte de un ser querido, como cuando se cuenta la muerte de uno
mismo. La de él sucedió el 22 de octubre de 2017. Pero la siente y presiente en
cada espacio en que desarrolla su poesía. La siente en la partida de sus amigos y
seres queridos, en la muerte de un familiar y hasta en la muerte de aquel desconocido llevado a destiempo por las fauces del Tirano.
Al mismo tiempo canta a
la tierra desolada del Sur, en su poemario “Crónica del Sur” terreno desventurado
por la sequía que lo arropa. “Allí abundan la sed y la indolencia” pero también
habla de sus arenas blancas y su mar tropical. Trópico de fuego y sudor “un sol
tenaz, que hace sangrar las piedras”
Canta al Sur, a sus
pocas casas, a las serpientes que rondan las bayahondas, a la sequía
estremecedora, de sus arenas, de sus pocas aves y sus misterios. Habla de la
muerte que asecha a cada instante y de la difícil tarea de dormir. Este poeta
conoce cada provincia, cada rincón y cada acontecimiento histórico de su
terruño quejumbroso, pero de su corazón. Habla de los cactus, pero no quiere
que miren al Sur con mentiras, ese Sur pide que lo mire como es, que no se
inventen mentiras “mírame como soy, como un pedazo de mundo disecado” “déjame con
esa sequedad que inutiliza los arboles y hace/ de mii cuerpo un sensible puñado
de polvo. No toques la desnudez de mis lomas y habitantes”, es que al mismo tiempo
pide que no le toquen ya que esa es su esencia. Porque si saca a sus gentes o les cambias algo, moriría de tristeza.
Lupo es un poeta que no
quiere que cambien nada de aquello que lo hace él. No reniega sus ancestros, no esconde sus raíces, tiene el desierto y la desolación en su mirada. Es un poeta que piensa en ser
pensado, que pide ser querido y respetado como es. Es un poeta del sentimiento,
del amor, pero no de ese amor que nació para morir sino de aquel que nos hace
eternos, que nos lleva a la plenitud de ser vivos, de aquel que vence a la
muerte. Porque el verdadero poeta es aquel que escribe para no morir, pero sin
pensar en la vida como algo a que debemos aferrarnos.
Es imposible vencer a la muerte cuando se tienen los méritos para ser eternos.
Lupo Hernández Rueda ha vencido y será por siempre eternizado en la memoria de todo aquel que lee un poema, una historia de amor y en aquel que visita al Sur desde la comodidad de un poema.
Antonio Reyes Sena
Bibliografía:
- Lupo Hernández Rueda, El fuego y la palabra, Ediciones de Cultura, 2011.
- La Generación del 48, Tomo I. Comisión Permanente Feria Nacional del Libro, 1998.
- Mariano Lebrón Saviñón, Historia de la Cultura Dominicana, Tomo II. Colección Sesquicentenario de la Independencia Nacional, Volumen IX.